miércoles, 19 de junio de 2013

EL AMOR Y…LA TERNURA

El núcleo del amor es la fuerza, el valor que mostramos para luchar por lo que amamos, la fortaleza para defender lo que más apreciamos, enfrentar desafíos, superar barreras, derribar obstáculos.

Cuando el amor es auténtico surge con la fuerza de la audacia, el atrevimiento, la osadía que nos lanza a correr riesgos para conquistar lo que amamos; es en esa entrega sin condiciones donde surgen fortalezas donde antes no las había.

El amor nos da el valor de luchar por nuestros sueños, dar la vida por los que llevamos en el corazón, modificar nuestra propia existencia, cambiar nuestro ser, rebasar el límite de nuestras potencialidades.

El amor nos da la fuerza, para respetar a los seres que amamos, para sonreír a pesar de las adversidades, de la humildad para pedir perdón la grandeza de la comprensión, la nobleza de perdonar.

El amor nos da el poder, para manifestar nuestras emociones, para alcanzar estrellas, para convertir nuestros sueños en realidades y entregar nuestra vida por un ideal.

El amor nos transforma en seres superiores, nos despierta nuestra capacidad de asombro, nos da la sensibilidad de la contemplación, nos impulsa a niveles infinitos, nos da la fuerza para recorrer nuestra vida con un espíritu invencible y nos impulsa a alcanzar lo imposible.

El amor es la fuerza que La Divina Esencia deposita en el corazón de todos los seres humanos, a cada uno corresponde decidir vivir como un paladín o un cobarde, como un conquistador o un conformista, como un ser excelente o un mediocre, como un ser lleno de luz o quien permanece por siempre en la oscuridad, porque no suele temerla y empieza a generar su propia su luz, el amor hace nacer la fuerza para atrevernos a ser auténticos colaboradores en la grandeza de la creación.

Pero la ternura es la hija del amor, ella es la expresión más serena, bella y firme del amor. Es el respeto, el reconocimiento y el cariño expresado en la caricia, en el debate sutil, en el regalo inesperado, en la mirada cómplice o en el abrazo entregado y sincero. Gracias a la ternura, las relaciones afectivas crean las raíces del vínculo, del respeto, de la consideración y del verdadero amor. Pero además es gracias a la ternura que nuestros hijos reciben también un sostén emocional fundamental para su desarrollo como futuras personas.

La ternura implica, por tanto, confianza y seguridad en uno mismo. Sin ella no hay entrega. Y lo más paradójico es que su expresión no es ostentosa, ya que se manifiesta en pequeños detalles: la escucha atenta, el gesto amable, la demostración de interés por el otro, sin contrapartidas.

La ternura encuentra también un espacio para desarrollar su extraordinario valor en los momentos difíciles. Expresar el afecto, saber escuchar, hacerse cargo de los problemas del otro, comprender, acariciar, cultivar el detalle, acompañar, estar física y anímicamente en el momento adecuado..., son actos de entrega cargados de significado. Y es que en el amor no hay nada pequeño.

Esperar las grandes ocasiones para expresar la ternura nos lleva a las mejores oportunidades, que nos brinda lo cotidiano para hacer saber al ser amado cuán importante es para nosotros su existencia, su presencia, su compañía “El amor todo lo vence. Y es verdad, siempre través de la ternura.

Ama a tus padres…hermanos….pareja y a tus hijos, Ama a la vida, ama a la naturaleza, ama al agua, a la tierra, a las estrellas, y a todo EL UNIVERSO.
AMA…SOLO AMA.

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